| -Ya tienes el pasado por delante:
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| Quisiera ver lo que haces con el cieno
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| -Lo mismo lo recojo
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| A ver si me hago un nido
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| Que tengo un alarido trashumante
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| Lijado por un torpe carpintero…
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| Y dejaré a sus pies
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| El mundo prometido
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| Me puse a rezongar, y se hizo tarde
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| Y entonces ya no quise ser palmero
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| Ni ser aquel chiquillo
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| De la vez primera
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| Y ahora que no hay palo que me aguante
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| Posado en la baranda del tintero
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| Espero la llegada
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| De cualquier cualquiera
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| De pronto, una pisada me desperezó
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| Lloraba que cortaba la respiración
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| Pidiendo que me desenamorara
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| Que le dejara un beso en cada llaga:
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| Me dio una cuchillada y desapareció
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| Arranco, de mañana, en un alarde
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| De ganas de vender algo de insomnio
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| Y paso por tu puerta
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| Sin rendirte honores
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| Y ofrezco siete mil chorros de sangre
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| Llegados de la fuente del camborio
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| Al que me traiga vivo
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| Al que vivió de amores
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| La aldaba, no sonaba cuando esclareció;
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| Gemía, y no podía y se reía el sol
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| Me tuve que beber la madrugada
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| Que todavía sigue desbocada
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| Trotando por mis venas como un percherón
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| En mi pecho se han partido muchas lanzas
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| Y sus trozos fabricaron mi esperanza
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| Tan sedienta porque, al fondo de mi alma
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| Hay un pozo, pero la soga no alcanza
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| Se caen los anillos en el nacedero
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| Que sigue penando por mí
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| Que anhela encontrar el calor
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| Que un día me dio por si echaba de menos
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| El sitio de donde partí y a mi calavera esperó
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| De pronto, una pisada me desperezó
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| Lloraba que cortaba la respiración
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| Pidiendo que me desenamorara
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| Que le dejara un beso en cada llaga:
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| Me dio una cuchillada y desapareció
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| En mi pecho se han partido muchas lanzas
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| Y sus trozos fabricaron mi esperanza
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| Tan sedienta porque, al fondo de mi alma
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| Hay un pozo, pero la soga no alcanza |